De la nutrición a la conducta alimentaria:
Clásicamente, hemos observado que para abordar problemas alimentarios, los profesionales de la salud han centrado su atención en la selección de alimentos según su composición nutricional y en aspectos relacionados con la nutrición (proceso de digestión, absorción, transporte, metabolización y excreción de alimentos). Como resultado, se buscan diversos alimentos y «dietas» para cumplir con los objetivos de los consultantes. En la práctica clínica, notamos que se proporcionan recomendaciones alimentarias y/o planes de alimentación ajustados a los requerimientos nutricionales de las personas. Aunque esto es fundamental, no es suficiente para lograr que las personas adopten cambios alimentarios.
Aunque la gente posea información adecuada sobre qué comer para mantener una buena salud, no implica necesariamente que cambien sus conductas. Esto nos lleva a reflexionar sobre una pregunta inicial: ¿por qué, si las personas saben lo que deben comer, no logran hacerlo? Para responder a esta interrogante, debemos adentrarnos en el terreno del comportamiento alimentario. No podemos resolver problemas conductuales solo desde la nutrición o proporcionando pautas; también debemos contribuir a la gestión del cambio de comportamientos.
Entonces, surge la segunda pregunta: ¿cuáles son los factores que determinan que las personas tomen ciertas decisiones al seleccionar, preparar, consumir o simplemente habituarse a los alimentos? Esta segunda interrogante no tiene una única respuesta, ya que son cientos de factores que pueden influir, incluyendo la regulación emocional, la imagen corporal, las creencias, las funciones ejecutivas, el sistema de recompensa, los condicionamientos, las costumbres familiares, los mecanismos interoceptivos, la regulación neuroendocrina del hambre/saciedad, el eje intestino-cerebro, y muchos otros factores que no actúan de forma aislada, sino que se comunican entre sí para determinar cuándo empezamos a comer o dejamos de hacerlo.
Por lo tanto, no se trata solo de proporcionar información; también debemos comprender los principales mecanismos que llevan a los seres humanos a tomar decisiones antes de que el alimento ingrese a la boca. Esto abre un mundo de posibilidades sobre las raíces que subyacen en las conductas alimentarias.
Hábitos alimentarios:
Aunque la conducta alimentaria está vinculada a la ingestión de alimentos, no se trata simplemente de pasar comida a través del esófago; es un conjunto de acciones motivadas por factores biológicos, psicológicos y socioculturales. Por lo tanto, los alimentos no son introducidos en la boca solo por azar o voluntad individual; diversos factores pueden impactar en ello. Cuando la ingesta de alimentos se vuelve constante y repetitiva, es decir, un patrón de conducta, estamos hablando de hábitos alimentarios (1). Estos últimos son de gran importancia, ya que cambiar una conducta puede ser más fácil a corto plazo, por ejemplo, incorporar frutas y verduras durante un día habitual. Sin embargo, transformar este comportamiento en un hábito, es decir, que se vuelva constante en el tiempo, puede ser más complejo, y la dificultad de cambiarlo dependerá de todos los factores que lo determinan.
“Caso: Luciano, un joven de 23 años, consume diariamente al menos un litro de bebida gaseosa azucarada desde hace un año. Aunque es consciente de que este hábito es perjudicial para su salud (entendiendo que los alimentos no son ni buenos ni malos, todo depende del caso y el contexto), ha intentado dejarlo sin éxito.”
La solución aparente al caso de Luciano podría orientarse a reducir (o reemplazar) el consumo de bebida gaseosa. Podríamos pensar ingenuamente que, con solo dar esta indicación, Luciano podría realizarlo fácilmente y poner fin a su problemática. Sin embargo, el hábito de consumir gaseosa se ha arraigado durante más de un año, convirtiéndose en una conducta constante y repetitiva. Cambiar este hábito no será fácil de inmediato. Ya hace algunas décadas Leclercq (1987) señalaba que, para cambiar una conducta, no basta solo con el conocimiento; es necesario trabajar la motivación, la imagen de sí mismo, la decisión y la capacidad de implementar el cambio. Acompañar a Luciano en el trabajo de estos elementos puede facilitar su cambio de hábitos alimentarios.
¿Por qué comemos lo que comemos?
Diversos factores influyen en el comportamiento alimentario, y dada su complejidad, se requieren diversas perspectivas de estudio, principalmente desde las disciplinas biológicas y psicológicas, e incluso de otras como la sociología, la antropología y la economía (2). Estos factores se clasifican comúnmente en internos y externos. Los externos están asociados al entorno o al ambiente en el comportamiento, siendo de carácter económico, social, climático, geográfico, entre otros. Podríamos decir que no dependen directamente de las personas cambiar estos factores. En cambio, los internos están vinculados a características personales y a la estructura psicológica (3), es decir, factores que dependen directamente del individuo y que pueden modificarse.
“Caso José, un hombre de 70 años que vive solo, presenta un bajo consumo de frutas y verduras. A pesar de su gran motivación por consumirlas y su disposición para incorporarlas en su alimentación habitual, le resulta difícil debido a que vive en un lugar aislado de la ciudad y no tiene fácil acceso a la compra de estos alimentos. Aunque tiene la posibilidad de comprar a un vendedor que pasa una vez a la semana cerca de su casa, su bajo ingreso económico le impide adquirir alimentos para varios días”
El caso de José es un claro ejemplo donde el bajo consumo de alimentos está influenciado por factores externos, como la falta de acceso y limitaciones económicas. La solución probablemente requiera intervenciones a nivel estructural, como políticas públicas que mejoren estas condiciones.
“Caso: Alejandra, de 27 años, se siente incómoda con su cuerpo y desea verse más delgada, ya que cree que la delgadez es más atractiva. Esto la lleva a tener resentimiento hacia su cuerpo y a intentar restringir alimentos como el pan y la pasta, aunque son sus preferidos. Sin embargo, esta restricción no perdura mucho tiempo, ya que pasar mucho tiempo sin comer le genera mucha hambre y luego come con mayor intensidad”
El caso de Alejandra revela cómo la conducta alimentaria es la manifestación de factores más profundos en la vida de una persona. La imagen corporal influye en las decisiones alimentarias, los sentimientos de cumplir con estándares estéticos la llevan a restringir alimentos, y las emociones no gestionadas desencadenan cambios en el comportamiento. Además, el contexto sociocultural y las exigencias del entorno también desempeñan un papel importante en estas decisiones.
Aunque se describan y agrupen los factores que determinan el comportamiento alimentario en biológicos, psicológicos y sociales, en las personas difícilmente los comportamientos responden exclusivamente a una sola perspectiva. Dada la complejidad del ser humano y su integralidad, todos estos factores interactúan entre sí. No puede existir una estructura psicológica (mente) sin una estructura biológica (cerebro) como sustrato, la cual interactúa con un entorno sociocultural.
Es crucial comprender que la conducta es un reflejo de lo que ocurre en nuestro interior y que diferentes factores interactúan para dar como resultado el simple acto de comer. Las personas pueden estar comunicando sutilmente «no cumplo las expectativas de los demás», como en el caso de Alejandra, aunque su forma de expresarlo sea «quiero ser más delgada» o «le tengo miedo a los hidratos de carbono». En este caso, sería importante trabajar la relación con la comida, la imagen corporal, las creencias, las emociones, los eventos adversos de su historia personal, los estereotipos y seguramente otros factores que influyen en su comportamiento alimentario.
Reflexiones finales:
A menudo, pensamos que simplemente informar sobre una buena alimentación resolverá los problemas de las personas. Sin embargo, incluso si nuestro consultante aumenta su nivel de conocimientos, esto no garantiza un cambio en su conducta. Para lograrlo, debemos identificar el problema y rastrear su origen desde diversas perspectivas. Debemos entender que cada individuo es único, y sus diferentes dimensiones son el resultado de las experiencias a lo largo de su historia, desde el útero hasta la adultez. Incluso las historias de nuestra ascendencia familiar pueden determinar nuestra forma de sentir, pensar y comportarnos. Debido a la complejidad del ser humano, no podemos atribuir los comportamientos alimentarios al azar o la voluntad; las conductas pueden ser la «punta de un iceberg» que nos muestra una pequeña parte de nosotros mismos, pero con raíces profundas como consecuencia de la interacción de múltiples factores.
Escrito por Víctor Sepúlveda (ECHP, 2023)
Referencias
- Santacoloma, A.M. & Quiroga-Baquero, L. (2009). Perspectivas de estudio de la conducta alimentaria Revista Iberoamericana de Psicología, 2, 7-15.
- Lopez-Espinoza A., Magaña C. (2014) Hábitos alimentarios; Psicobioloía y socioantropoloia de la alimentación. Mc Graw-Hill. Mexico.
- Salgado-Beltrán, L, & Beltrán-Morales, LF. (2011). Factores que influyen en el consumo sustentable de productos orgánicos en el noroeste de México. Universidad y ciencia, 27(3), 265-279.